El topónimo «Cantarranas» es muy común en muchos pueblos y ciudades, especialmente en el interior y en el sur de la Península. Aunque también encontramos «Rua de Cantarranas», en Galicia, «Kantarranas Kalea», en el País Vasco o «Carrer Cantarranas», en Valencia.

Las calles con este nombre suelen estar en el centro histórico de pueblos y ciudades. Incluso en algunos lugares está cerca de la «Calle de Francos». Cantarranas no parece un nombre tan antiguo y podría haber varios siglos de diferencia. También pudo ser un nombre que se utilizó a lo largo de mucho tiempo.

En pueblos muy pequeños puede aparecer dando nombre a una de las calles principales. También existe este topónimo como nombre de barrios enteros.  A veces ha quedado como una calle, pero su origen era el nombre de un barrio. Aparece en caminos, puentes, bosques, fuentes e incluso existe una «Virgen de Cantarranas» en Moneo (Burgos).

En cuanto al significado hemos encontrado una pista en Sevilla. Este nombre aparece por primera vez en un documento de 1408. Juan Mal Lara, en el siglo XVI, escribió que se llamaba así por unos caños y husillos que tenía por donde se limpia la ciudad, llamados al parecer «cantarranas».

Posiblemente se daba este uso a esta palabra, pero también podía tener otros significados. En el siglo XVI parece que no se entendía y que había que explicar su origen. No tiene explicación que sea una palabra tan frecuente en diferentes regiones y que, muchas veces, no sea posible asociarla a un río o corriente de agua.

La presencia de este topónimo podría coincidir con un momento de expansión, durante la Repoblación. Fernando III, llamado «el Santo» (1201-1252), anexionó territorios en Andalucia, Murcia y Extremadura, aunque una labor de repoblación más intensa fue realizada por su hijo, Alfonso X. El uso de esta palabra podría encajar en estas fechas y nos permite situarnos en el siglo XIII y, posiblemente, también en el XIV.

El agua, rios, mares, arroyos o fuentes, son palabras que parecen utilizarse metafóricamente en la Edad Media con el significado de «gentes». «Can» significa «perro». Esta palabra procede del latín y fue muy utilizada desde la Antigüedad para referirse a personas en general, a soldados y también a reyes y nobles que llevaban este animal como emblema en sus escudos.

En Cantillana (Sevilla), existe una «Calle Cantarranas» y un barrio llamado «del Chito». El chito, la tanga, la rana, son juegos tradicionales. El chito está documentado desde el siglo XII en diversos lugares de España. Se dice en este pueblo, que el barrio tiene este nombre porque los soldados de Fernando III jugaban allí a este juego.

En cuanto a la rana, podría tener un origen francés. Se llama también «joue de tonneau«, porque se pone un tonel como base. Se conoce como «juego del sapo» en Honduras y Perú.

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Juego de la rana. Foto: Wikimedia

 

La rana, como la serpiente, fue símbolo de la lujuría en la Edad Media. Una de las atracciones más conocidas de la Catedral Vieja de Salamanca es la rana sobre una calavera, que está en la fachada plateresca. Al lado hay torsos de mujer y cola de serpiente. En el nivel superior hay un motivo que parece que son flechas. Posiblemente quiere decir que la lujuría lleva a la muerte y que los deseos deben dedicarse a objetivos más elevados.

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Rana y calavera. Catedral Vieja de Salamanca. Foto: Wikipedia

La «Parabola de las diez vírgenes» es un texto recogido en la Biblia cristiana. Fue una parábola muy popular en la Edad Media y se convirtió en un motivo muy frecuente en el arte gótico. Suele aparecer en la escultura de las portadas de las catedrales góticas.

En la Catedral de Estrasburgo se representan las doncellas sabias, aquellas que estaban preparadas y tenían aceite para sus lámparas, y las doncellas necias. Junto a las doncellas necias se representa a un príncipe , que se supone que es el demonio, porque tiene serpientes y ranas escondidas en su espalda.

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Vírgenes necias. Catedral de Estrasburgo. Foto: Wikipedia

 

Después de intentar separar al príncipe de la rana, vamos a salir a mar abierto. Hay que admitir que las gentes, en la Antigüedad y en la Edad Media, tenían mucha imaginación. Teniendo en cuenta que los navegantes no utilizaban la escritura tenían que valerse de otros medios.

Por ejemplo, dar nombres a las costas que recuerdan a determinadas figuras, servía para orientarse y para tener una descripción de la forma de tierras desconocidas. Había formas que parecen de uso frecuente, como «perro» o «cabeza de perro».

El Mar Cantábrico puede deber este nombre a «can» , que es «perro» y «bri», que significa «torre». La torre sería la Torre de Hercules, u otra que pudo haber antes en el mismo lugar. La cabeza de perro es el Condado de Kent en el Sur de Inglaterra. El Cantábrico sería el mar entre el perro y la torre, para los romanos.

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Torre de Hércules, La Coruña. Foto: Wikipedia

Los romanos no incluyeron a Irlanda en sus dominios. Sin embargo, según la leyenda de Breogán, parece que ciertas gentes navegaban entre Irlanda, Bretaña y Galicia, posiblemente en la Alta Edad Media.

 

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Cabo Mizen Head. Extremo suroccidental de Irlanda. Foto: Visitor Centre Mizen Head

 

Desde la Antigüedad se relaciona el topónimo de Canarias con el significado de «perros». En concreto con dos mastines. Con un esfuerzo de imaginación, podríamos ver una cabeza de mastín en la Isla de Gran Canaria. El resto de las islas podría ser una manada de pequeños perros. Los navegantes castellanos y europeos posteriores, hablaban de que los perros del archipiélago eran de pequeño tamaño.

Esta teoría podría encajar también para el nombre de Canadá. La Costa Este tiene una forma que podría identificarse como una gran cabeza de perro. Recibe el nombre de Península del Labrador. El topónimo Quebec, significaría que, a partir de este lugar, empezaba la tierra más allá de la cabeza del perro.

 

 

«Los nombres olvidados del Callejero Sevillano», por Pepe Barahona. ABC de Sevilla

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