El diccionario define «palabro» como palabra rara o estrambótica, mal dicha, o que no se entiende. Mientras que la «palabreja» es una palabra rara, que cuesta trabajo pronunciar y que se utiliza de manera equivocada. También es una palabra de poca importancia o interés en el discurso.

«Cultura» es una palabra que se utiliza mucho y que parece muy fácil de pronunciar, pero, como ocurre con el palabro, no se entiende su significado. Como la palabreja, se utiliza de manera equivocada. Su uso es estrambótico, puesto que depende del capricho.

Ya en 1952, se compiló una lista de 164 definiciones de «cultura«. En general, se aceptan dos significados para este término. Define el gusto por las artes y humanidades, o bien, se refiere al conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social. Este concepto se ha explicado desde el siglo XVIII y XIX como un proceso de cultivación o mejora de los individuos a través de la educación. En el siglo XX, la «cultura» surgió como un concepto central de la antropología.

Si se entiende la «cultura» como cultivación, un individuo cultivado sería aquel que añade algo nuevo a lo que es, o a lo que posee, con la finalidad de que crezca. Es decir, tienen que coincidir lo nuevo y lo ya existente. En esta interrelación surgen lo que podemos entender como diferentes culturas, que se han sucedido en todos los lugares y tiempos.

El conflicto viene de entender que solo son «cultura», las actividades artísticas y humanísticas, pretendiendo un proceso de mejora de los individuos suprimiendo lo existente y realizando un proceso de sustitución, imponiendo lo nuevo y lo que es ajeno a un grupo social.

Las actividades artísticas y humanísticas forman parte de la cultura como cualquier otro aspecto de la vida, pero no son «la cultura». Los «representantes de la cultura» no existen. Quienes se dedican a este tipo de actividades tienen sus propios términos que los definen: escritores, pintores, actores, etc. y, de forma más ajustada a los términos, podrían definirse como «representantes del arte o actividades artísticas». No se trata de menospreciar a nadie, puesto que «artístico» es un término que podría aplicarse incluso al Museo del Prado, con más propiedad que cultural. Debido a que las obras que se exponen han sido seleccionadas con un criterio artístico. Por el empeño en establecer divisiones radicales, la negación de un valor artístico a las tradiciones responde más  a una postura de conveniencia, que a una realidad.

A lo largo de los siglos muchas palabras han dejado de emplearse, bien porque no se entendían o porque no se correspondían con un realidad. Por el contrario, la palabra «cultura» se utiliza cada vez con más frecuencia, sin que sepamos a qué realidad se refiere. Podríamos decir que es una palabra que se nos rompió de tanto usarla.

 

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Campos de Tulipanes en Holanda. Foto: Viajar. El Periódico

 

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